miércoles, mayo 10, 2006

prohibido

Llegaste a mí por primera vez, inocente, joven, curiosa. Cuando pasaste cerca de mi sentí tu fresco aroma, que transmitió a mis sentidos la tranquilidad que necesitaba, pero a la vez trajiste con tu presencia la desconcentración que me desvió de mi rumbo, ahora mi nuevo sendero va hacia ti.

Me asombra tu serenidad, la ligereza como vez la vida, haces que me aleje del caos en que vivo, que crea que todo es fácil cuando en realidad no lo es. Abres el apetito a la paz, que estoy hambrienta por tener.

Tan joven y tan sabia, esas pequitas llenas de ternura decoran tu carita. Eres una bebida energizante que me empuja a vivir el riesgo, a transformar mis miedos en metas y trofeos alcanzables. Te atreves a irrumpir mi caos con esa velocidad que entras, llevándome a sentir el vértigo en su máximo límite. Cada vez aceleras más y más, y me es difícil distinguir las formas, es tanta la resolución, que veo más cuando cierro mis ojos, y el tacto se vuelve mi único medio para ver, sublime contacto que tengo con la superficie del cosmos donde transitamos. Palpo el frío de tu alma, el invierno de tu insensible mundo, la ausencia de tu sensibilidad, que camuflas con ese atrevido vestido rojo.

Ese vestido rojo de seda que te cobija y sirve de extensión de piel, resalta la fineza de tu ser, rojo color de contradicciones y controversia en mi, la voluntad de mis sentimientos pelean entre si, color rojo torea, confunde, el deseo sobresalta sin permisión alguna. Mi corazón late con más fuerza y rapidez, cada vez te acercas más y la tensión crece entre los cuerpos, fuerza que los dirige al centro, comenzando a jugar con el ritmo de la respiración.

El calor se apodera de mí, tu seguridad desestabiliza la mía. Tu nobleza empaña mis intenciones. Dulzura benefactora de pasión, violento arrebato de locura por detener mis instintos caníbales. Un respiro profundo, y contengo las ganas de morderte, y dejar mis dientes como un tatuaje, como una marca en ti ya que se que es lo único que puedo dejar, por que se que no tengo lugar en tu frío corazón, corazón que cuida las semillas de esperanza y que no son indiferentes a la palabra amor, esperan por ser sembradas.

Sabes que me puedes herir, y me pregunto ¿qué quieres de mi?, pero en verdad no lo quiero saber, porque se que puede ser dolorosa tu honesta respuesta, pero siempre me quedara la inquietud de saberla.

El fruto de esto es ácido pero ligeramente dulce. ¿Quien iba pensar que mi mundo terminaría gravitando en ti?. Te pido inclemencia hacia mi, dureza, para que cuando te vayas no tenga mas razones para extrañarte, me sea difícil recordarte y sea más fácil borrarte, aunque este contaminada de ti.

Fruto prohíbo, que me lleva al pecado, recuérdame que rojo es el color de la pasión y también de la sangre que corre en mi corazón.